jueves, 27 de octubre de 2011

IGLESIA, MISTERIO DE COMUNIÓN

LA IGLESIA, MISTERIO DE COMUNIÓN.

José Sánchez Sánchez

1.- INTRODUCCION.



Si preguntáramos a un cristiano miembro de las primeras comunidades apostólicas ¿Qué es la Iglesia?, nos respondería que es la comunidad de los testigos de Jesús, que viven unidos en el amor y cumplen la misión que el Señor les encomendó de hacer discípulos a todos los pueblos. Si le hiciéramos la misma pregunta a un cristiano del siglo XI, respondería: Es el reino de Dios que vive en esta tierra y que está gobernada por el Papa, vicario de Cristo, que tiene la espada espiritual, superior a la espada civil de los reyes. Si le hiciéramos la pregunta a un cristiano del siglo XVI, del tiempo de la Reforma protestante, respondería: Es una sociedad visible con bienes necesarios, es una, católica a la que deben pertenecer todos los creyentes en Cristo. Si le hiciéramos esta pregunta a un cristiano del siglo XIX, contestaría, que es una sociedad perfecta de desiguales, jerárquica en donde el Papa y los Obispos enseñan, gobiernan, deciden y los laicos obedecen, se someten y ejecutan órdenes. Fuera de ella no hay salvación.
La misma pregunta tiene diversas respuestas según el contexto en el que la Iglesia vive. Unas son más evangélicas que otras. Es por esto que la Teología tiene que hacerse la misma pregunta para encontrar la respuesta adecuada al tiempo en el que vive.
Esta es la pregunta que el Papa Paulo VI hizo a la Iglesia durante la segunda sesión del Concilio Vaticano II y la formuló de la siguiente manera: ¿Iglesia, qué dices de ti misma? Y la respuesta que dieron el Papa mismo y los Padres Conciliares fue: La Iglesia es misterio de comunión, expresión visible de la Comunidad Trinitaria. Por esto toda la Iglesia aparece como “Un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Cf. LG 4)
Esta respuesta costó trabajo ser entendida en su justo sentido, porque antes del Concilio Vaticano II se tenía una comprensión de la Iglesia como “Sociedad perfecta de desiguales, monopolio de la salvación, ya que fuera de ella no había salvación”. Los obispos participantes en el Concilio Vat. II, quisieron volver a las fuentes de la Escritura, los Santos Padres, la Liturgia y expresar en las categorías de la Sagrada Escritura la identidad de la Iglesia.
2.- LA IGLESIA MISTERIO.
Mysterion es una palabra griega que traducida al latín es Sacramentum y en español es Sacramento.
Sacramento es una realidad visible que nos descubre otra invisible. Consta de dos elementos un visible y otro invisible. Tratándose de la Iglesia, ella tiene el elemento invisible que es Dios mismo, la Comunidad Trinitaria de Dios y uno visible: la comunidad visible de los humanos. Estos dos elementos los podemos distinguir pero no separar. Dios ha elegido a la comunidad humana de los que creen en Cristo y lo aceptan como su salvador, para hacerla signo e instrumento de su Salvación. No es el único signo e instrumento pero es el de mayor significación. En esto consiste el misterio.
Ahora bien, Dios es comunidad, la mejor comunidad, por tanto, la iglesia es comunidad, expresión visible de la comunidad eterna de Dios. Esta es la voluntad de Dios. El ha tomado la iniciativa de elegirnos para ser expresión de su Ser comunitario y comunicación de su amor a todos los humanos. Tertuliano, un teólogo de la primitiva Iglesia decía: “Donde está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ahí está la Iglesia, porque es el sacramento de los tres”.
El elemento dinámico de la Iglesia es Dios, el que nos salva, él es el Santo. El elemento institucional es la comunidad humana. Quien considera la iglesia simplemente como una estructura, una sociedad humana, por tanto con estructuras, con organización puramente humana, no puede entender integralmente la Iglesia, verá en ella únicamente una organización humana, imperfecta, con fallas y con pecados. Quien la considera sólo una comunidad invisible de los hijos e hijas de Dios, la hace desaparecer como una comunidad en medio del mundo, instrumento de la salvación de Dios. La Iglesia es un misterio, porque es Santa y pecadora al mismo tiempo: “Encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación”(LG 8)
El Espíritu Santo, fuerza y sabiduría de Dios, habita en ella. “Por eso se la compara , por una notable analogía, al misterio del Verbo encarnado, pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como de instrumento vivo de salvación, .l.. de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo (Ef 4,16)” (LG 8)
Esto nos llena de esperanza y de alegría, porque si es voluntad de Dios, el que seamos expresión de su presencia dinámica en el mundo, él asegurará que su salvación se ofrezca por medio de un instrumento imperfecto, pecador. La eficacia y santidad de la Iglesia es por la presencia de la Trinidad, y no tanto por la santidad y fidelidad de nosotros los humanos que la componemos. Esto también es un compromiso.
3.- MISTERIO DE COMUNIÓN.
Siendo la Iglesia misterio de la comunidad perfectamente unida en el amor, ella está llamada a vivir en comunión. "ya es primicia (no plenitud) de lo que anuncia con seguridad (en eso es asistida por el Espíritu). La comunión es el rostro visible de la Iglesia, por ella el mundo conoce que Dios no nos ha abandonado, que está presente entre nosotros. La iglesia o es comunión o no es Iglesia de Dios.
Los Hechos de los Apóstoles reflejo de las primitivas comunidades nos señala en el Cap. 2° (Hech 2,41-47) los elementos de dicha comunión en y de la iglesia.
a) La escucha de la Palabra de Dios, tanto en la vida como en la Escritura, que es la expresión más viva del Mensaje de Dios. Para vivir la experiencia de transparencia de Dios, la Iglesia tiene que alimentarse continuamente de la Palabra Escrita, ella le da vida y vigor para cumplir su misión. La Iglesia para comunicar la Palabra de Salvación, necesita ella misma alimentarse. Ella como discípulo debe estar atenta a la voz del Maestro.
b) La fracción del pan, i.e. la Eucaristía es el centro de esta comunión, ella es la fuente y el culmen de dicha comunión. Ella construye la Iglesia, es la mejor expresión de la comunión de la Iglesia. Somos un cuerpo, el de Cristo, porque comemos de un mismo Pan. (1Cor 10,17). Iglesia, en cualquiera de sus niveles, que no celebra el Misterio Pascual de Jesús, aún no es Iglesia de Jesús.
c) El compartir los bienes, la convivencia. Mientras más sean los bienes que se tienen en común, mayor es la vivencia de comunión que experimenta.
La comunión es un Don del Espíritu de Cristo. Cristo ora por la unidad: “Te pido que todos sean uno, Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de ese modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado” (Jn 17,21). El no solamente ora para que todos sean uno, sino también porque sean uno “en nosotros”. La redención consiste en que todos sean uno: uno con Dios, uno con los demás humanos, uno con la creación. La razón de ser de la Iglesia es ser signo visible, sacramento de esa unidad. Uno de los nombres más bellos de la Iglesia es “Comunión”.
El Espíritu es el que une a la Iglesia, El asegura la comunión de la Iglesia, porque es el principio invisible de la Unidad de la Comunidad de los Creyentes. La Iglesia vive unida no tanto por las estructuras humanas, sino por el Espíritu de Dios. La unidad está a la raíz de la Iglesia de Cristo. Este don no lo puede destruir totalmente el egoísmo y los conflictos en las Iglesias. La iglesia de Jesús subsiste en las diversas tradiciones eclesiales, en las distintas Iglesias. La unidad de la Iglesia está fracturada, pero no aniquilada. La unidad de la Iglesia es un don inacabado del Espíritu de Jesús, que hay que estar construyendo constantemente.
La unidad de las Iglesias se tiene que construir entre las diversas tradiciones cristianas y en esto consiste el ecumenismo, pero también es necesario reconstruirla en cada una de las Iglesias. En nuestra Iglesia católica hay que trabajar constantemente por rehacer la unidad.
Construir o reconstruir la Comunión es la de reconocer los dones que el Espíritu Santo ha dado a cada una de las Iglesias y compartirlos. Cuando se valoran los dones que el Espíritu ha dado, entonces se pueden compartir, intercambiar. Construir la comunión no se hace queriendo que los demás piensen y actúen como nosotros, sino respetando sus dones diversos a los nuestros y aceptándolos para enriquecernos con ellos. El Espíritu no nos ha dado dones diversos para que compitamos por ellos y con ellos, sino para que nos enriquezcamos. Así la unidad se da en la diversidad. La unidad sin diversidad se convierte en uniformidad. La diversidad sin unidad se convierte en dispersión. La comunión es vivir la unidad en la diversidad, ambas son dones del Espíritu Santo.
Nuestros procesos comunitarios están llamados a ser Iglesia de Jesús en la base. La unidad y comunión en ellos se construye cuando reconocemos los diversos dones que El Espíritu ha dado a cada uno de los grupos que lo componen y los compartimos. Esta experiencia de comunión es la que se debe procurar en los procesos comunitarios y se expresa en las Asambleas comunitarias. El Consejo comunitario es el responsable de que se viva cada vez con mayor profundidad la comunión eclesial. Proceso comunitario que no celebra Asambleas comunitarias convocadas por el Consejo comunitario, aún no es pequeña Iglesia de Jesús.
Construir la comunión en la Iglesia es una experiencia espiritual, quien la vive se deja guiar por el Espíritu Santo.
4.- CONCLUSIÓN.
La fuente de la nueva teología del concilio Vaticano II, sobre la Iglesia, es la de Iglesia misterio de comunión. Ella será solamente luz del mundo y sal de la tierra, si vive en ella y trabaja por la comunión de todo el género humano entre sí y con Dios (LG 1).

viernes, 21 de octubre de 2011

LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN SIGUE VIVA

Hay acontecimientos y personas que dejan huella en la historia. Entre ellos está el Concilio Vaticano II que renovó la teología de la Iglesia católica y tuvo repercusiones en el diálogo y relacio­nes con las demás Iglesias cristianas, religiones, en diálogo con el mundo.
Estamos a un año de la celebración de los 50 años de su apertura (1962-2011). Y el otro acontecimiento es la 2a. Conferencia Episcopal latinoame­ricana de Medellín, tiempo de gracia para nuestro continente, que cumple 43 años de su celebración, donde los obispos asumieron la perspectiva libe­radora de la vida de la Iglesia, expre­sada en las Comunidades Eclesiales de Base (Cebs.), Nuevo Modelo de Iglesia. Está también la reflexión teológica de Gustavo Gutiérrez, presbítero cató­lico, dominico, cuyo pensamiento ha tenido una trascendente repercusión en la teológica latinoamericana y en otros continentes. La publicación de su libro Teología de la liberación y pers­pectivas, cumple 40 años.
Esperanza de liberación y Teología fue el tema general de la Jornada Teológica de la Región Norte (México, EEUU, Canadá), que se realizó en la Comuni­dad Teológica de México, en el Distrito Federal, los días del 5 al 8 de octubre. Participaron 320 personas de diver­sas tradiciones cristianas: católicos, luteranos, presbiterianos, metodistas, bautistas y anglicanos.
El objetivo central de la Jornada Teo­lógica fue: Discernir los nuevos desafíos de una época marcada por profundas transformaciones y las consecuentes tareas para una teología como servicio a la creación, a la humanidad con vida digna y a las experiencias de fe, en un mundo plural y globalizado.
La agenda se estructuró en base a los pasos del método inductivo: ver, pensar, actuar, celebrar y evaluar. El primer paso fue discernir los desafíos de nuestra época marcada por pro­fundas transformaciones, conscientes de que vivimos no tanto una época de cambios, sino en un cambio de época. Los cambios son tan profundos, que se puede decir que ha cambiado la concepción misma de la persona hu­mana, de la sociedad, de la naturaleza y de Dios. Valores, que anteriormente constituían el eje central de la vida hu­mana, están perdiendo su importancia o están tomando otra dimensión y están surgiendo nuevos.
La cultura postmoderna ha invadido todos los ámbitos de la existencia de manera irreversible. La misma religión tiene que repensar sus expresiones, sus métodos, la problemática a la que busca dar respuesta, porque la forma anterior de concebirla y vivirla, definitivamente no es posible seguirla sosteniendo en este nuevo contexto.
La teología no es el discurso sobre un Dios que está arriba del mundo, ajeno a él, viviendo en un segundo piso, sino de un Dios que está comprometido con la historia humana para convertirla, de una historia de muerte, en una historia de salvación. Es también un discurso sobre el ser humano que gime en este valle de lágrimas y corresponde con ge­nerosidad o se opone al amor de Dios con toda libertad. La teología es la obra de aquellos quienes tienen la misma opción de Dios por los abandonados, excluidos, victimados, violentados de la historia, que son víctimas de la injusticia humana y de las estructuras de pecado.
En esta Jornada se tuvo la opor­tunidad de escuchar la reflexión de teólogos reconocidos sobre temas relevantes. La primera conferencia fue dictada por el Dr. Enrique Dussel, sobre el tema: “El caminar teológico pastoral de la Iglesia en América Lati­na”. La historia es un lugar teológico; Dios ha pasado por nuestro continen­te; vivimos un Kairós, un tiempo de gracia, no únicamente de dolor; y es necesario caer en la cuenta de ello, subrayó Dussell.
La segunda conferencia fue dictada por la Dra. Bautista Doris García Mayol que expuso el tema: “Nuevos paradig­mas de interpretación bíblico teológica desde la Teología Latinoamericana”. La Palabra de Dios es el fundamento de la reflexión teológica. Han surgido nuevos paradigmas de interpretación que hay que conocer. No podemos caer en el fundamentalismo que nos seca el corazón y nos fanatiza el en­tendimiento.
La tercera conferencia fue dictada por la Dra. María Pilar Aquino, quien abordó el tema “La construcción de la paz: iniciativas religiosas para trans­formar conflictos violentos”. En estos momentos de violencia desenfrenada es necesario construir la paz. Las reli­giones tienen un papel importante en esta tarea. No puede haber paz entre los pueblos, si no hay paz entre las re­ligiones. No puede haber paz entre las religiones si no se elabora en ellas una teología que favorezca la construcción de la paz. Esta es una tarea inaplazable, enfatizó Aquino.
En el segundo día de la Jornada, en el edificio de los Derechos Humanos, se realizó el Panel “Paz y los Derechos Humanos”, en el que participaron las Doctoras Doris García y María Pilar Aquino; los sacerdotes Alejandro Sola­linde de Tehuantepec, Pedro Pantoja de Torreón y Oscar Enríquez de Ciudad Juárez, los tres comprometidos con la defensa de migrantes, y Emilio Álvarez Icaza miembro del Movimiento por la Paz que busca cambiar la estrategia de la violencia-militarista del gobierno, por una de justicia y dignidad, cuyo coordi­nador es el poeta Javier Sicilia, quien no pudo participar en este Panel.
Esta Jornada teológica ecuménica fue una experiencia eclesial que ayudó a los participantes a descubrir nuevas realidades, luces y desafíos para su compromiso cristiano; alimentó su espiritualidad centrada en la persona misma de Jesús, que pasó haciendo el bien, que optó por los pobres y fue compasivo con todos especialmente con los pecadores, y confirmó que la Teología de la Liberación sigue viva con una voz y misión proféticas.


JOSE SANCHEZ SANCHEZ

jueves, 20 de octubre de 2011

PENSAR LA IGLESIA HOY

PENSAR LA IGLESA HOY
Juan Manuel Hurtado López
Teólogo, miembro de la ATEM
Del 5 al 8 de octubre realizamos en la Ciudad de México la Jornada Teológica de la Región Norte “Esperanza de liberación y Teología”. El motivo de dicha Jornada fue celebrar los 50 años del Concilio Vaticano II y los 40 del inicio de la Teología latinoamericana.
La característica de dicha Jornada fue su dimensión ecuménica. Ahí nos encontramos cristianos y cristianas venidos de las diferentes tradiciones religiosas: bautistas, luteranos, anglicanos, presbiterianos y católicos. Me llamaron la atención dos rasgos que a continuación voy a desarrollar: El primero fue un ejercicio de pensar la Iglesia hoy; y el segundo fue su dimensión ecuménica, digna de ser subrayada a causa de la situación de exclusión y violencia que vive nuestro país.

1. Pensar la Iglesia hoy
La Iglesia continúa la misión de Jesús en cada tiempo y en cada cultura. No está hecha de una vez por todas, debe responder permanentemente a los diferentes desafíos que le va poniendo la historia. Como dice el Vaticano II, retomando la afirmación de San Agustín: “La Iglesia va avanzando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” (LG 8).
Lo que hicimos en la Jornada Teológica fue situar la Iglesia en seis coordenadas que le dieran atingencia, peso histórico, sentido de la encarnación. Por esto pusimos como línea transversal el clima de violencia que se vive en nuestro país, y también las esperanzas y anhelos de paz que caminan a la par que la violencia. Y ahí trazamos los seis ejes de discusión y de reflexión: economía, ecología, participación ciudadana, derechos humanos, ecumenismo y práctica eclesial.
No quisimos que nuestro pensar la misión de la Iglesia hoy fuera hueco, desencarnado. Quisimos asumir los retos que le pone la situación actual a nuestra manera de vivir la Iglesia. Fieles al método teológico latinoamericano, hicimos un ejercicio teológico del VER, JUZGAR ACTUAR. Y también echamos mano del triple nivel en que se mueve la teología de la liberación. Recogimos la reflexión del pueblo en su caminar, la reflexión de los pastores y la reflexión teológica más sistemática, académica.
En efecto, los participantes eran desde indígenas, amas de casa, jóvenes; también había pastoras y pastores, religiosas y presbíteros; y finalmente, personas con maestría, licencia o doctorado en teología. Creemos que todo este aporte es sumamente valioso y necesario. La Iglesia la formamos todas y todos las y los bautizados; y la reflexión teológica, por tanto, debe ser hecha por todo el Pueblo de Dios.
Pensar la Iglesia es un ejercicio necesario y se debe hacer en cada situación. Partimos del misterio de la Iglesia como continuación del mismo misterio trinitario, que se hace presente por la encarnación del Hijo de Dios en la historia y por la misión dada por Jesús a sus discípulos y discípulas y el envío del Espíritu Santo. A partir de ahí la Iglesia inicia su peregrinar hasta la parusía.
Enviada a evangelizar, la Iglesia debe vivir en cada momento la encarnación en la historia y en la cultura de los pueblos. Por esto la categoría teológica privilegiada del Vaticano II es Pueblo de Dios. Así lo expresaron los teólogos y comentaristas que prepararon la Constitución Lumen Gentium como Gerhard Philips, Yves Congar, Henri de Lubac, el Card. Lercaro. La Iglesia debe ser el Pueblo de Dios y sobre todo la Iglesia de los pobres, como lo quería el Papa Bueno, Juan XXIII. Esto le da densidad a la categoría teológica Pueblo de Dios.
Por esto la Iglesia no puede prescindir de la historia, ni de la cultura de los pueblos, ni de sus vicisitudes. El ejercicio que hicimos de manera ecuménica en esta Jornada Teológica, al asumir los seis ejes de discusión, le da peso al aporte surgido de este acontecimiento.

2. La dimensión ecuménica
En el clima de violencia que vive nuestro país y también de exclusión por tanta pobreza y desigualdad, el trabajar ecuménicamente le da a la reflexión teológica otra dimensión. Es una muestra de que el diálogo entre Iglesias, entre teologías, entre culturas, entre países, entre los diferentes estratos del Pueblo de Dios, es posible. Pero además, es una muestra de nuestra contribución a la paz.
Sin embargo, hay otro punto que me parece más profundo todavía. Y es que el diálogo ecuménico nos encamina hacia lo central de nuestra fe que es el Reino de Dios. Como sabemos –y la exégesis bíblica así lo demuestra- el centro de la predicación y de la práctica de Jesús de Nazareth fue el Reino de Dios. Esto nos lleva a no centrar nuestra reflexión teológica ni nuestra práctica en la Iglesia, sino en el Reino de Dios.
Y en esta perspectiva sí coincidimos las diferentes tradiciones cristianas y religiosas: el Reino de Dios. Buscar la vida y la vida en abundancia, promover y defender los derechos humanos; promover una economía solidaria, de suficiencia y no de despilfarro; luchar por una ecología integral, planetaria; buscar la constitución de los sujetos a través de una participación ciudadana que toma en sus manos su manera de vivir; y promover el respeto y el diálogo entre las diferentes Iglesias, organizaciones, partidos, etnias y culturas, nos sitúa en una perspectiva del Reino de Dios al estilo que lo hizo Jesús.
El ecumenismo nos salva del eclesio-centrismo y nos encamina a la construcción del Reino de Dios, nuestro anhelo y nuestra meta.
3. Conclusión
Creo, entonces, que nuestra Jornada Teológica de la Región Norte, fue un ejercicio de reflexión teológica que nos deja enseñanzas y frutos. Frutos que hay cosechar y semillas que hay que volver a sembrar, como hacen los campesinos. Y enseñanzas que hay que aplicar en nuestros trabajos.