jueves, 20 de octubre de 2011

PENSAR LA IGLESIA HOY

PENSAR LA IGLESA HOY
Juan Manuel Hurtado López
Teólogo, miembro de la ATEM
Del 5 al 8 de octubre realizamos en la Ciudad de México la Jornada Teológica de la Región Norte “Esperanza de liberación y Teología”. El motivo de dicha Jornada fue celebrar los 50 años del Concilio Vaticano II y los 40 del inicio de la Teología latinoamericana.
La característica de dicha Jornada fue su dimensión ecuménica. Ahí nos encontramos cristianos y cristianas venidos de las diferentes tradiciones religiosas: bautistas, luteranos, anglicanos, presbiterianos y católicos. Me llamaron la atención dos rasgos que a continuación voy a desarrollar: El primero fue un ejercicio de pensar la Iglesia hoy; y el segundo fue su dimensión ecuménica, digna de ser subrayada a causa de la situación de exclusión y violencia que vive nuestro país.

1. Pensar la Iglesia hoy
La Iglesia continúa la misión de Jesús en cada tiempo y en cada cultura. No está hecha de una vez por todas, debe responder permanentemente a los diferentes desafíos que le va poniendo la historia. Como dice el Vaticano II, retomando la afirmación de San Agustín: “La Iglesia va avanzando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” (LG 8).
Lo que hicimos en la Jornada Teológica fue situar la Iglesia en seis coordenadas que le dieran atingencia, peso histórico, sentido de la encarnación. Por esto pusimos como línea transversal el clima de violencia que se vive en nuestro país, y también las esperanzas y anhelos de paz que caminan a la par que la violencia. Y ahí trazamos los seis ejes de discusión y de reflexión: economía, ecología, participación ciudadana, derechos humanos, ecumenismo y práctica eclesial.
No quisimos que nuestro pensar la misión de la Iglesia hoy fuera hueco, desencarnado. Quisimos asumir los retos que le pone la situación actual a nuestra manera de vivir la Iglesia. Fieles al método teológico latinoamericano, hicimos un ejercicio teológico del VER, JUZGAR ACTUAR. Y también echamos mano del triple nivel en que se mueve la teología de la liberación. Recogimos la reflexión del pueblo en su caminar, la reflexión de los pastores y la reflexión teológica más sistemática, académica.
En efecto, los participantes eran desde indígenas, amas de casa, jóvenes; también había pastoras y pastores, religiosas y presbíteros; y finalmente, personas con maestría, licencia o doctorado en teología. Creemos que todo este aporte es sumamente valioso y necesario. La Iglesia la formamos todas y todos las y los bautizados; y la reflexión teológica, por tanto, debe ser hecha por todo el Pueblo de Dios.
Pensar la Iglesia es un ejercicio necesario y se debe hacer en cada situación. Partimos del misterio de la Iglesia como continuación del mismo misterio trinitario, que se hace presente por la encarnación del Hijo de Dios en la historia y por la misión dada por Jesús a sus discípulos y discípulas y el envío del Espíritu Santo. A partir de ahí la Iglesia inicia su peregrinar hasta la parusía.
Enviada a evangelizar, la Iglesia debe vivir en cada momento la encarnación en la historia y en la cultura de los pueblos. Por esto la categoría teológica privilegiada del Vaticano II es Pueblo de Dios. Así lo expresaron los teólogos y comentaristas que prepararon la Constitución Lumen Gentium como Gerhard Philips, Yves Congar, Henri de Lubac, el Card. Lercaro. La Iglesia debe ser el Pueblo de Dios y sobre todo la Iglesia de los pobres, como lo quería el Papa Bueno, Juan XXIII. Esto le da densidad a la categoría teológica Pueblo de Dios.
Por esto la Iglesia no puede prescindir de la historia, ni de la cultura de los pueblos, ni de sus vicisitudes. El ejercicio que hicimos de manera ecuménica en esta Jornada Teológica, al asumir los seis ejes de discusión, le da peso al aporte surgido de este acontecimiento.

2. La dimensión ecuménica
En el clima de violencia que vive nuestro país y también de exclusión por tanta pobreza y desigualdad, el trabajar ecuménicamente le da a la reflexión teológica otra dimensión. Es una muestra de que el diálogo entre Iglesias, entre teologías, entre culturas, entre países, entre los diferentes estratos del Pueblo de Dios, es posible. Pero además, es una muestra de nuestra contribución a la paz.
Sin embargo, hay otro punto que me parece más profundo todavía. Y es que el diálogo ecuménico nos encamina hacia lo central de nuestra fe que es el Reino de Dios. Como sabemos –y la exégesis bíblica así lo demuestra- el centro de la predicación y de la práctica de Jesús de Nazareth fue el Reino de Dios. Esto nos lleva a no centrar nuestra reflexión teológica ni nuestra práctica en la Iglesia, sino en el Reino de Dios.
Y en esta perspectiva sí coincidimos las diferentes tradiciones cristianas y religiosas: el Reino de Dios. Buscar la vida y la vida en abundancia, promover y defender los derechos humanos; promover una economía solidaria, de suficiencia y no de despilfarro; luchar por una ecología integral, planetaria; buscar la constitución de los sujetos a través de una participación ciudadana que toma en sus manos su manera de vivir; y promover el respeto y el diálogo entre las diferentes Iglesias, organizaciones, partidos, etnias y culturas, nos sitúa en una perspectiva del Reino de Dios al estilo que lo hizo Jesús.
El ecumenismo nos salva del eclesio-centrismo y nos encamina a la construcción del Reino de Dios, nuestro anhelo y nuestra meta.
3. Conclusión
Creo, entonces, que nuestra Jornada Teológica de la Región Norte, fue un ejercicio de reflexión teológica que nos deja enseñanzas y frutos. Frutos que hay cosechar y semillas que hay que volver a sembrar, como hacen los campesinos. Y enseñanzas que hay que aplicar en nuestros trabajos.

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